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martes, 10 de diciembre de 2024

Pobreza y salud

 Pobreza y salud


Aunque el acceso a la salud (tener la posibilidad de hacer frente a la enfermedad con acceso a medicamentos, vacunas, servicios de asistencia, agua potable, condiciones de higiene digna y educación) es un derecho fundamental para todos los seres humanos, existen diferencias escandalosas entre países pobres y países ricos y entre personas ricas y pobres de un mismo país.

“Realmente, se produce una relación causa/efecto de doble dirección:  la pobreza genera mala salud, y la mala salud contribuye a perpetuar la pobreza.  La pobreza es el mayor obstáculo para la salud”.

Al no disponer de una cobertura sanitaria y de información sobre prácticas adecuadas de prevención y promoción de la salud, muchas personas enferman y tanto ellas como sus familias pueden verse obligadas a dejar de estudiar o trabajar. Esto alimenta el círculo de la pobreza. Generaciones de una misma familia sumidas en esa situación sin disponer de recursos para salir de ella.

No en vano, la pobreza y la situación de bajos ingresos se asocian a una serie de resultados adversos para la salud, como una menor esperanza de vida, mayores tasas de mortalidad infantil y mayores tasas de mortalidad por las 14 principales causas de muerte, así como mayor exposición a enfermedades olvidadas




  • En los países desarrollados, la esperanza de vida (el número de años que cabe esperar que viva un recién nacido) es superior a 80 años, mientras en los países más pobres apenas llega a los 50.
  • Mil millones de personas en el mundo sufren desnutrición, derivada de dietas bajas en calorías, proteínas y micronutrientes básicos.
  • Unos 165 millones de niños menores de cinco años (casi uno de cada cuatro) sufren desnutrición crónica.
  • La desnutrición es la culpable de la muerte de casi la mitad de los 6.3 millones de niños menores de cinco años que fallecen cada año por causas fácilmente prevenibles y curables.
  • El 40% de la población mundial no tiene cobertura sanitaria, y el 33% no tiene acceso a las medicinas, porque su alto coste no se lo permite. Y es que la producción de medicinas es un negocio, por los que, con frecuencia, se fabrican los medicamentos más rentables, no los más necesarios para la salud de la gente.

La clave está en el acceso universal a la salud

Para romper el vínculo entre la pobreza y la enfermedad, es necesario garantizar la Cobertura Sanitaria Universal, para que todas las personas puedan acceder a todos aquellos servicios de salud esenciales independientemente de los recursos que tengan.


El 37,4% de las personas pobres considera que su salud es regular, mala o muy mala, cifra que está algo más de 11 puntos porcentuales por encima de medida para las personas no pobres (26,2%), es decir, una diferencia entre ambas del 43%. 

La situación de pobreza también determina diferencias importantes en la capacidad para realizar actividades básicas de la vida diaria (ABVD) ya que una de cada cuatro personas pobres (24%) manifiesta algún tipo de dificultad para realizarlas, cifra que contrasta con el 15,6% en el caso de las personas no pobres. Además, la intensidad de la dificultad es mucho mayor entre las personas pobres, el 9,4% de las cuales no puede realizarlas (5,4% entre el resto de población).  

No pudieron recibir atención por causas económicas el 5% de las personas en hogares pobres que necesitaron asistencia médica, el 25,5% de las que necesitaron atención dental y el 3% de las que necesitaron servicios de salud mental. El 6,9% no pudieron acceder a medicamentos recetados, cifra que asciende a 8,3% entre las personas desempleadas.  Respecto a las prácticas preventivas, la Encuesta Nacional de Salud indica que entre el 9% y el 10% de las personas pobres no las han realizado, o lo han hecho hace más de cinco años. Estas cifras prácticamente doblan las registradas entre las personas que residen en hogares que no son pobres

Por otra parte, a la mitad de las mujeres pobres no se les ha practicado nunca una mamografía cifra que es un 30,7% (11,5 puntos porcentuales) superior a la de las mujeres no pobres. Además, si se considera la edad recomendada, que es entre 50 y 69 años, las diferencias aumentan enormemente, pues al 9,1% de las mujeres pobres -casi el triple que a las no pobres (3,4%)- no se le ha practicado nunca. Respecto a las citologías, muy importantes para la prevención del cáncer de cérvix, las diferencias son parecidas (33,8% de mujeres pobres y 18,4% de no pobres a las cuales no se ha practicado nunca una citología). 

El análisis de los determinantes de la salud muestra que las personas pobres son más obesas, un 21,9% frente a un 15% que las no pobres. También lo menores entre 15 y 18 años que viven en hogares pobres registran tasas más elevadas de peso insuficientes.  

Las personas que viven en hogares pobres se alimentan peor y consumen menos fruta, verduras, carne y pescado. Por el contrario, consumen más patatas, pasta, arroz pan y comida rápida. Comen peor porque los alimentos sanos son caros y ese es uno de los principales factores por los cuales las tasas de obesidad son más altas entre ellas.  La obesidad también se relaciona con hábitos de vida saludable como el ejercicio y el Estudio alerta de que prácticamente la mitad de las personas pobres no hacen ejercicio (47% frente al 32% de las que no son pobres). 

En cuanto a hábitos de vida que se consideran de riesgo para la salud tales como el consumo de tabaco y alcohol:  

  • Las personas en hogares pobres fuman más (24,5% c/r 20,8%).  
  • El 27% de las personas pobres no consume nunca alcohol frente al 14,9% de las no pobres.